sábado, 7 de mayo de 2011

Epopeya (última parte)

IV

Una vez que terminamos la reunión, todos prepararon sus armas. Llegamos al campamento a tiempo. Agazapados entre la maleza, avanzamos sigilosamente hasta los aposentos de la Putitas, todavía estaban haciendo sobremesa: tomaban una bebida virtuosa que llamaban Mr. Macanudo (la empinaban con fruición de una especie de vasija de metal dorado, que se iban pasando por turnos) y jugaban un juego de mesa con unas figuritas de colores, mientras despotricaban groserías e infamias. Llegamos de sorpresa con la luna llena de Oriente, ninguna esperaba la escaramuza. En medio de la revuelta, alcancé a Angie Star, que intentaba escapar hacia las habitaciones de los soldados de Danny Jack, intenté detenerla, pero se defendió con bravura; entonces le incrusté un cuchillo bien afilado en el cuello, de pronto se detuvo, como si se hubiera congelado, y un liquido oscuro comenzó a brotarle de la herida (era la primera vez que mataba a alguien, mi pueblo no se caracteriza por ser guerrero), me dio mucha pena ver cómo se le extinguía la vida, en definitiva ellas eran sólo un instrumento para los Colones. Cuando dejé el cuerpo, ya sin vida, de Angie Star, con mucha pesadumbre, vi cómo uno de los mellizos Moro Mortal caía muerto, a mí lado, por un disparo a distancia; otros también murieron cuando comenzaron a aparecer los soldados, advertidos por los gritos y las súplicas. Una vez terminada la primera etapa del plan, casi al finalizar la noche, los belunianos y otros pueblos guerreros hicieron su parte, pelearon cuerpo a cuerpo contra los Tsunami Slew del General Danny Jack, mientras nosotros nos retirábamos unos metros para recuperar fuerzas. Al principio, algunos soldados corrieron desesperados hacia los Maikel’s y los alcanzaron, pero al conectarse comprobaban que la lubricación ya se había secado y les explotaba instantáneamente el cerebro, por el esfuerzo que les requerían las articulaciones endurecidas. Los belunianos masacraron a casi todos, hasta al temido General Danny Jack, que se midió en un combate cruento con Montículo Tom. El General, viendo que su ejército se extinguía y que se quedaba sin municiones para sus armas de distancia, salió enceguecido al campo de batalla, con una espada doble en la mano. Montículo Tom lo advirtió a unos metros y avanzó hacia él, decapitando una gran cantidad de soldados; a su paso, los cuerpos inherentes se desplomaban en el suelo como bolsas llenas de tubérculos. Cuando se encontraron cara a cara, todos nos detuvimos a observar el combate. El General Danny Jack era habilidoso, pero el jefe de los belunianos cargó todo el peso de su cuerpo sobre su adversario, como una falange embravecida, mientras descargaba con fuerza una maza de ataque con filo imantado, sobre la cabeza de Danny Jack. El casco amortiguó el primer impacto, pero al tercero venció el material con el que estaba hecho y además, le fracturó el cráneo; se escuchó un sonido seco, como una piedra que se astilla en mil pedazos. El General cayó un segundo de rodillas sobre el suelo arenoso, la piel del rostro le colgaba, porque no le había quedado un solo hueso sano, luego le comenzó a chorrear un liquido espeso por la boca; finalmente, se derrumbó del todo en el suelo que ya comenzaba a recibir el rocío frío y húmedo de la mañana.

Cuando todos creíamos que la batalla había terminado, apareció Free Dark montado en su gigantesco Maikel. Al parecer, Miss Catañon había logrado escapar hasta la habitación del Adelantado para lubricar a tiempo, mientras se desarrollaba la pelea, el Maikel que Free Dark tenía en sus aposentos. Los belunianos y los otros guerreros estaban exhaustos después de batallar durante más de cinco horas; con un solo Maikel alcanzaría para derrotarlos. Free Dark avanzó a toda velocidad y en su camino, dejó un reguero de cadáveres calcinados. En ese momento, esperábamos lo peor, pero de pronto, surgió de las tinieblas de la noche la vieja Terruña y lanzó un grito aterrador. Miramos el cielo, porque cuando el grito de Terruña se extinguió, se materializó una sombra que cubrió todo el campo de batalla desde lo alto, un huracán transportaba a Naciente Sol a gran velocidad. Todos nos paralizamos, nadie lo había visto en persona desde hacía más de diez años, muchos de nosotros jamás lo habíamos visto (algunos hasta dudaban de su existencia). Naciente Sol era el ancestro en común que teníamos todos los pueblos vecinos de la región, vivía como un ermitaño en la Montaña de los Hielos Eternos, su apariencia era la de un ser viejísimo que casi se arrastraba con un pesado bastón, que también —según pudimos comprobar ese día—, lo utilizaba, en algunas circunstancias, con otros fines. El viejo descendió apaciblemente del huracán y se detuvo frente al Maikel que rugía como un animal salvaje. De pronto, Naciente Sol se irguió y comenzó a crecer desproporcionadamente, hasta que superó el tamaño de su contrincante y con un giro, casi sin esfuerzo, de sus caderas, atravesó a Free Dark y su armadura infernal, con su bastón sagrado, como los pescadores ensartan con sus lanzas los peces del río. Lamentablemente, Naciente Sol también falleció en el combate, se desinfló y se convirtió en polvo finalizada la batalla, invirtió todos sus poderes para salvarnos.

Al mediodía terminamos de hacer el balance del enfrentamiento. Sin perder tiempo, comenzamos los preparativos para realizar los funerales correspondientes. La despedida de nuestros seres queridos transcurrió durante tres días con sus noches; el cuarto día realizamos el adiós a Naciente Sol. A partir de entonces, Fray Sofocado pasó a ser una Divinidad secundaria. Luego, pasados los festejos fúnebres, los jefes se reunieron para debatir y, como primera medida, acordaron adelantar las Fiestas Venéreas, esta vez serían multitudinarias, ya que participarían todos los pueblos, para volver a trazar lazos filiales. Había comenzado una nueva era.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Epopeya (tercera parte)

III

Cuando llegamos, todos estaban esperándonos, sentados alrededor del Gran Árbol. La vieja Terruña había recibido un mensaje telepático de Naciente Sol, que le advertía las novedades que traíamos; entonces reunió con presura, a todos los integrantes del clan y a otros de tribus vecinas, que iban llegando de a poco. La burbuja comprendió que debíamos bajar, fue descendiendo paulatinamente hasta llegar cerca del suelo; cuando nos encontrábamos a escasos metros, se desfondó, pero a pesar de nuestro temor, caímos leves como plumas en el vacío; Ferralia y yo no nos separamos hasta aterrizar, sanos y salvos, en un colchón de hojas que el viento acomodó sobre la hierba húmeda. Flotamos unidos, ligeros, libres. La brisa nos atravesaba, como si sólo fuéramos aire o agua condensada en una nube, tiempo o simplemente una idea, un libre discurrir en silencio y armonía, una sinfonía ejecutada por violines inconscientes, similar a una orquesta obsesiva de grillos. Era placentero (luego de la experiencia, hablamos largo y tendido —y en más de una oportunidad— con Ferralia, del vuelo y del aterrizaje, de todo lo sucedido ese día; todas las noches antes de irnos a dormir, hacemos un repaso de lo acontecido). Una vez que nos recompusimos, vimos a Terruña y a los jefes de las otras tribus (por primera vez, en ese preciso instante, cuando abrí los ojos después del onírico aterrizaje, entendí, lo que muchas veces había meditado, que la vieja Terruña era la voz indiscutible del pueblo), sentados en ronda a nuestro alrededor. Debatían los pasos a seguir pero, sobre todas las cosas, querían escuchar con atención lo que teníamos para decirles. Todos los jefes, además de Terruña, habían recibido el mensaje telepático de Naciente Sol, por eso los belunianos habían detenido el ataque a la burbuja cuando apareció Montículo Tom. Entre los jefes, también reconocí el brillo de la sonrisa de Bom Marley y a sus espaldas la de todos sus compañeros; según Bom Marley, Naciente Sol los había abducido con un rayo de su bastón y luego los condujo, cuidadosamente, hasta el Gran Árbol. A partir de entonces, los marleyninos (todos se apellidaban Marley, porque ése era el nombre de su tierra) se convirtieron en nuestros hermanos. A la derecha, pude ver a Qué bien, los mellizos Moro Mortal, Toti Gol, Tenga Suerte, Pibe Bien, Gran Vago, Vestal Lluviosa y otros batiendo armas; por primera vez vi en sus miradas sed de guerrear. Se hizo un silencio, Ferralia y yo nos miramos fijamente, ninguno de los dos nos animábamos a narrar los hechos. «Primero vimos cómo las Putitas del Poder realizaban un ritual extraño: se frotaban el cuerpo con una esponja para obtener un fluido gelatinoso de sus cuerpos, que luego utilizaban para lubricar las articulaciones de los Maikel’s…», dijo Ferralia con voz segura, yo la miraba asombrado y asentía con la cabeza cada palabra que ella emitía. «Después, Rosillo Viajero se turbó por el espectáculo que comenzó Donna Dina con Angie Star», me señaló cuando pronunció mi nombre. Todos escuchábamos atentos su historia. «Ellas gemían y gritaban, se manoseaban obscenas y se contorsionaban, enroscándose en el suelo como serpientes que luchan. Me preocupé por su estado y le pregunté si se encontraba bien. Entonces sucedió, a Rosillo le brotaron unas lágrimas blancas que le cubrieron todo el cuerpo; juntos recordamos la profecía y conjeturamos lo que vendría luego. Una vez que las Putitas terminaron lo suyo, apareció Miss Castañon y escuchamos con claridad, de su propia boca, que sin sus fluidos los Maikel’s no sirven para nada. Por último, las lágrimas de Rosillo Viajero se convirtieron en la burbuja que nos condujo hasta aquí». Todos quedaron inmóviles, se hizo un silencio largo; ni siquiera los marleyninos tenían esta información. En ese momento, me pareció muy bien —seguramente porque me hubiera dado mucha vergüenza— que Ferralia no mencionara nada sobre el viaje en la burbuja; no hacían falta los detalles, ya que no hubieran logrado describir, atinadamente, lo que nos sucedió allá arriba.

Todos se prepararon para un ataque sorpresa, se avecinaba la noche, el escenario propicio para ejecutar el ataque. El plan consistía en caer a media noche y de sorpresa, en el campamento de los Colonos Extranjeros para secuestrar, o en su defecto matar, a todas las Putitas del Poder, para que no pudieran lubricar a lo Maikel’s por la madrugada, cuando Ferralia y yo vimos que lo hacían.