miércoles, 17 de diciembre de 2014

El azar de la lectura


Un día leí, con los alumnos de un CENS (Escuela Secundaria para Adultos), “Yzur[1]” de Leopoldo Lugones. Es un cuento que me gusta trabajar en mis clases, porque muestra de una manera bien explícita la ideología de una época. Y además, porque este cuento es uno de los primeros del género de ciencia ficción en nuestro país.
La historia es, quizás, un anticipo de lo que medio siglo después sería la novela La Planète des Singes (1963) del francés Pierre Boulle y sus famosas versiones cinematográficas[2]. En el cuento de Lugones, un hombre compra un mono en el remate de un circo y decide emprender la difícil tarea —obsesivamente y por todos sus medios— de enseñarle a hablar:
    
“La primera vez que se me ocurrió tentar la experiencia a cuyo relato están dedicadas estas líneas, fue una tarde, leyendo no sé dónde, que los naturales de Java atribuían la falta de lenguaje articulado en los monos a la abstención, no a la incapacidad. ‘No hablan, decían, para que no los hagan trabajar’.”

Desde el principio, el narrador se presenta como un “hombre de ciencia”, un sujeto racional que actuará conforme al método científico positivista para confirmar su hipótesis. Es claro el posicionamiento darwinista[3] del protagonista. Sus recursos pedagógicos, van desde la enseñanza mecánica de las vocales y consonantes hasta la experimentación sensible para reforzar las lecciones.

Al día siguiente, una mañana fría de primavera, iba a leer con otros alumnos “Emma Zunz” de Borges. Camino al colegio abrí el libro y releí “El inmortal”. Fue una sorpresa, porque en una parte del cuento, cuando está en la ciudad de los Inmortales, el anticuario Joseph Cartaphilus (todavía era mortal y se llamaba Marco Flaminio Rufo, tribuno militar de una de las legiones de Roma)  ─Borges─  dice refiriéndose a uno de los trogloditas, llamado Argos, que lo acompañan:

“Recordé que es fama entre los etíopes que los monos deliberadamente no hablan para que no los obliguen a trabajar y atribuí a suspicacia o a temor el silencio de Argos.”



Octubre de 2014



[1] Leopoldo Lugones. “Yzur” en: Las fuerzas extrañas (1906).
[2] Hace tan sólo unos meses se estrenó una nueva en los cines de Buenos Aires: Dawn of the Planet of the Apes (2014).
[3] Una semana más tarde comencé la lectura de Indios, ejército y frontera de David Viñas.  

miércoles, 10 de diciembre de 2014

La memoria voluntaria[1]

Sobre Villa de Luis Gusmán

Las novelas de Luis Gusmán Villa[2] (1995) y Ni muerto has perdido tu nombre[3] (2002) pueden ubicarse dentro del tópico o ciclo de relatos sobre la última dictadura militar en la Argentina, pero lo interesante es que la primera transcurre antes  del golpe de Estado del ’76  y la segunda —aunque no se menciona una fecha exacta— una vez terminada la dictadura, ya en democracia. La continuidad de métodos violentos y represivos antes y después de la dictadura (torturas, desaparición de personas, chantaje, estafas, etc.) se convierte en una preocupación en estas novelas.
En 1995, una vez que la literatura argentina había trabajado bastante los relatos relacionados con la dictadura militar desde la perspectiva de las víctimas y donde los victimarios eran, en su mayoría, militares; Luis Gusmán redobla la apuesta, no sólo narrando desde la perspectiva de un victimario, sino que este victimario ya no es un militar, se trata de un civil.
     En Villa, el clima de la novela es tenso, hay algo flotando en el aire, en el aire que respira el personaje de Villa. Al principio, son rumores: los cadáveres, las armas en el Ministerio, el traslado de armas y muertos en los aviones del gobierno; luego, los rumores se transforman en hechos. La novela está narrada en primera persona y el narrador nos muestra “su punto de vista”. Villa es un personaje nefasto, no puede o no quiere ver lo que pasa a su alrededor, está tan ensimismado que se le escapan los acontecimientos (su individualismo es tan exasperado que, por momentos, se menciona así mismo en tercera persona), aunque su relato intenta atar cabos yendo y viniendo del presente al pasado. Villa es una metáfora, llevada al extremo, de una gran parte de la sociedad civil argentina que no vio o no quiso ver lo que pasaba a su alrededor.   
     Un hombre que trabaja en una repartición estatal y dice no saber nada de política no es de confiar. Por momentos dan ganas de darle un cachetazo, para ver si reacciona, pero es ahí cuando se desmaya, el personaje se desploma cuando tiene que actuar, tomar decisiones… Villa es un engranaje de la maquina kafkiana (como la llama Panessi[4]), pero mientras otros personajes de la máquina piensan sus movimientos y alianzas (Firpo, Villalba, Otero, etc. El ajedrez que juegan los radioaficionados del Ministerio), él actúa como un autómata, sobre todo cuando trabaja para Cummings y Mujica; habla de respetar las jerarquías, pero no entiende que las jerarquías son intercambiables: el que ayer fue jefe, hoy ya no lo es, es el caso, primero de Firpo, luego de Salinas (y otros, como Villalba, siempre caen parados). Esto le pasa, porque su característica más destacada es ser un “mosca”, revolotear alrededor de un grande.
     La apuesta de Gusmán es fuerte: la participación civil y el letargo de la sociedad argentina están presentes. En el caso de Villa, la omisión se convierte en complicidad. La máquina de matar comienza con errores en el funcionamiento, pero gracias a personajes como Villa, que actúan como autómatas, la máquina se complejiza, cobra mayor envergadura con la sistematización. 
     La relación entre el gobierno de Isabel Perón / López Rega y el gobierno militar está marcada, entre otras cosas, explícitamente por la continuidad en sus funciones de Cummings y Mujica (en los textos de Gusmán, los torturadores siempre forman una sociedad. En Ni muerto has perdido tu nombre aparecen Varela y Varelita): “Nosotros siempre trabajamos para el gobierno” (Gusmán, 2006: 250). Pero también, implícitamente, en, por ejemplo, la comparación que hace Villa del catre de Matienzo y el de Perón: “Me lo imaginé durmiendo en el catre y pensé en el catre de Perón…” (1995: 233). En Villa, también como parte de la continuidad, hay personajes (oscuros para Villa) que vuelven del pasado (Villa guarda una foto con Onganía por si vuelven los militares): Matienzo era oficial cuando Villa hizo el servicio militar y había tenido pesadillas con él, Otero era un gendarme que lo había detenido cuando estaba teniendo sexo con Elena, su antigua novia (que también reaparece y es asesinada por Villa).   
En un momento (1995) cuando desde el poder político y los sectores más variados de la sociedad se insistía con “el olvido y el perdón”; Villa exige, de parte del lector, una lectura ética y una toma de posición, que en la mirada del narrador está, irónicamente, ausente. La participación y responsabilidad civil (sobre todo de ese sector de la sociedad que representa Villa, entre otras cosas, la administración pública) y el letargo de la sociedad argentina en general están presentes en el texto de Gusmán, porque destruye la postura de la historia oficial que se había construido desde la vuelta democrática. Toda versión monolítica y univoca de la memoria histórica no es de confiar. Todavía hay algo que se escapa, hay un vacío que no se llena con nada y ese vacío es la muerte innominada, la desesperación por la ausencia, el cadáver anónimo: “Nos miraban con desconfianza, les queríamos dejar un muerto que no era de ellos.” (Gusmán, 2006: 62).
     En el año 2002 Gusmán publica Ni muerto has perdido tu nombre, recordando las palabras que Agamenón le dirige al fantasma de Aquiles en la Odisea. Hay en esta novela, algo que ya había comenzado en Villa, una clara necesidad por inscribir  los nombres de los muertos sin cuerpo, su epitafio, y por denunciar que los asesinos siguen siéndolo:

“Ya le dije una vez que el nombre no tenía importancia. ¿Está claro, Villa? Hombre, mujer, da lo mismo. Ya está muerto, está adentro del cajón, y al revés. Adentro del cajón podría estar Drácula. Eso no le incumbe. Usted sólo tiene que poner la firma.” (Gusmán, 2006: 154-55).
    
El personaje de Villa toma más de una decisión: Cuando Firpo se suicida en su oficina, Villa le roba “la cabeza de caballo”, un sujeta-corbatas que representa un toque de elegancia, “el mundo de Anita”. Es la primera vez que Villa le roba a un muerto. Un tiempo después, en una sesión de tortura, donde oficia como médico para resucitar a la víctima, sucede algo que desestabiliza, por completo, su mundo ficcional. Primero intenta reanimarla, pero no obtiene resultados. Luego, mientras delibera qué hacer, la mujer que habían torturado le habla: “Sacáme, no doy más… Sin darme vuelta, sin saber a quién le hablaba, le dije: Soy médico, mi obligación es salvarte la vida…” (Gusmán, 2006: 179). Después de dar muchas vueltas, finalmente, decide aplicarle una fulminante inyección de potasio. Antes de montar una escena para engañar a Cummings y a Mujica, Villa agarra un objeto de las pertenencias de la mujer. Al rato, cuando ya se encuentra solo, saca de su bolsillo una media medalla  con su nombre grabado y se dice: “La voz era la de Elena.” (Gusmán, 2006: 187). Después de un tiempo, Villa busca sin buscar, por los laberinticos pasillos de la Chacarita, la tumba con la identidad falseada, un día se detiene frente a una lápida y celebra una ceremonia.
     El capítulo de la ceremonia es una de las escenas más estremecedoras y desconcertantes de la novela, y concluye con una plegaria:

“Ahora me voy a dar vuelta y te voy a dar la espalda, como les doy la espalda a todas las cosas que me duelen y quiero ignorar. Hasta hoy me ha dado resultado. Por eso me despido, porque después voy a arrancar derecho hasta la puerta sin mirar para atrás. Como cuando nos peleábamos, solo que entonces siempre alguno de los dos volvía.” (Gusmán, 2006: 187).

     Los objetos robados se juntan con la otra media medalla (la de Villa, la que posee el nombre de Elena), en el cofre del club Arsenal, donde Villa atesora su pasado. Allí también se encuentra el informe cifrado que él ha estado escribiendo, “su engendro”. Cuando se reencuentra con Matienzo, decide descifrarlo y entregárselo, para exponer “su punto de vista”, pero Matienzo se lo rechaza con desprecio, porque “…Las pruebas son insuficientes. Es el informe de un desesperado… ¿Se da cuenta de que se implica usted e implica a mucha gente?... usted es un hombre peligroso. Por miedo puede hacer cualquier cosa… Sólo tiene un interés personal, que es el suyo…” (Gusmán, 2006: 235-36). El informe nunca concluye, ya que Villa lo irá adulterando de acuerdo con la “autoridad” a la que se lo presente. El documento burocrático es parte de la compleja trama (discursiva y política) que Villa va tejiendo a lo largo de la novela y que él no puede o no quiere interpretar, se trata de un archivo, es una de las memorias de la literatura.

Agosto de 2011



[1]Este texto es una adaptación de una monografía que realicé para la cátedra del Prof. José Maristany, en el Seminario de literatura contemporánea en lengua española (ISP “Joaquín V. González”).
[2] Gusmán, Luis. Villa. Buenos Aires, Edhasa, 2006.
[3] Ni muerto has perdido tu nombre. Buenos Aires, Sudamericana, 2002.
[4] Panesi, Jorge. “Villa, el médico de la memoria”. Escrito por los otros. Ensayos sobre los libros de Luis Gusmán. Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2004. 133-148.

viernes, 28 de noviembre de 2014

El viaje y la memoria

Acerca de La Casa y el viento de Héctor Tizón


Un día compré La casa y el viento[1] de Héctor Tizón, en una librería de saldos en la calle Corrientes. Me costó tan sólo veinticinco pesos. Muchos libros usados traen el precio escrito en lápiz y, no sé por qué, siempre me gusta dejárselo. A simple vista, la novela me llamó la atención porque estaba forrada con un contac transparente, a pesar, o quizás por eso, de que el estado general era bueno.
Cuando salí del local, caminé una cuadra y tomé el colectivo cinco. Aunque no encontré un asiento, saqué la novela y comencé a leerla de pie. Unas cuadras antes de bajarme, me di cuenta de que no tenía un señalador para marcar hasta dónde había llegado. En un principio utilicé la solapa pero, justo antes de descender, llegué a una página y me encontré un viejo boleto, que decía de arriba hacia abajo: “TRANSP. RAWSON / TRELEW RAWSON”, a la derecha: “SERIE 094 / 34657”. Y del dorso, una frase de Hazlitt: “EL SILENCIO ES UNA DE LAS ARTES MÁS GRANDES DE LA CONVERSACIÓN”, debajo de la frasecita: “Diseño/imp HUSERO Y CIA. Era uno de esos boletos que existieron mucho pero mucho antes que la SUBE y que hoy, creo, están extintos.
Hace algunos años, la gente coleccionaba sus pasajes; sobre todo si eran capicúas. Todos mirábamos el número y cuando tenía la característica de leerse igual para un lado y para el otro, ¡sí que éramos felices! Muchos pensaban, o al menos lo intuían, que habían vencido al destino, que el azar los había elegido en esa oportunidad y que estarían protegidos, como por un campo de fuerza o un amuleto mágico, al menos por unas horas, hasta que se olvidaban del boleto y su poder se debilitaba.     
Lo más interesante, al menos para mí, que me llevó a guardar está historia en algún lugar de mi memoria, fue que la obra de Tizón comenzaba con un exilio. Se trata de un hombre que decide dejar su casa y a sus perros en la puna, para irse lejos de su pueblo, del país. En el prólogo, el mismo Tizón cuenta que escribió la novela cuando estuvo exiliado, durante la última dictadura militar. La novela comienza con esta frase: “Desde que me negué a dormir entre violentos y asesinos, los años pasan”.
Para escapar, el personaje y narrador hace un extraño viaje hasta La Quiaca, a la frontera. El viaje incluye un trayecto en tren, otro en un camión (luego se le sumará un viaje en mula, micros, y hasta trayectos a pie). Pero, cuando llega, se da cuenta, no se explicita bien por qué (hay una serie de hechos sugeridos: conversaciones misteriosas que escucha y entabla con el chofer del camión y con otros lugareños, voces, rumores), de que por ahí no va poder pasar, que va a tener que cruzar por las alturas. Entonces comienza a recorrer pueblos, hasta dar con un lugar y un momento adecuado para cruzar.
Junto a este viaje comienza otro viaje que es el de la memoria. El hombre va despidiéndose de sus vecinos y de la tierra que conoce bien, su patria. Sus recuerdos se alimentan con mitos locales, historias que todos conocen, o conocen en parte. El narrador intenta, con las distintas versiones que le van contando, armar un rompecabezas, escribir una versión que nunca intenta ser definitiva.
Y cuando llegué al segundo capítulo me encontré con este párrafo maravilloso:

"¿Cuál fue el verso de la copla perdido y recuperado al morir? ¿Ese verso era una clave remota, un remedio secreto contra el olvido? Algunos dicen que es el mismo que los brujos usaron como conjuro y que sólo sirve en el último instante. Yo lo buscaba ahora, y aunque nada de lo que vi o escuché durante el camino me ayudaba a descubrir algún indicio, seguí adelante, porque sabía que llamar realidad sólo a lo que vemos es también una forma de locura".

Una de las primeras historias que intenta reconstruir es ésta, la de Belindo de Casira, un poeta de la zona que nació y murió de forma extraña, compleja. 
Cuarenta y ocho horas después, en otro colectivo, terminé de leer el libro. Pensé que había usado el boleto con el fin que, quizás, su anterior dueño le había destinado, y por eso había quedado ahí adentro un tiempo, al parecer muy importante, porque el boleto se fue desintegrando a medida que fui avanzando en la lectura, era realmente viejo. Y, cuando llegué al final, ya no quedaba casi nada de aquel señalador que me acompañó en esos días que duró la lectura.
Septiembre 2014  





[1] Tizón, Héctor. La casa y el viento. Alfaguara, Buenos Aires, 2001.

viernes, 21 de noviembre de 2014

*


No son nada los entramados difuntos difusos en las vituallas excedentes de esta tierra y sus hornillos a horcajadas o las medusas venenosas y eso a lo que llaman hambre como la sed de… es el pensamiento que se detiene para enfrentarse a los dioses que reparten ¡ahora ya! podés comer el postre un plato de herramientas para… y sus endebles atrocidades como pegarle un tiro al vecino o manosear a la hermana de Roberto y quizás
de sus gritos se encenderán las antorchas esparcidas en las mazmorras subterráneas de allá para acá todas las verdades en una sola como los reptantes descoloridos y monótonos estampidos de una bestia acorralada y disonante
la sinfonía de la espera ensimismada y torcida reciprocidad de apego en el predominio de los más aptos está la rabia que en sordina se filtra desde el cielorraso hasta la intemperie más borrosa de confines
confeti ahora que es el día de tu cumpleaños y mañana vemos… tirar la casa por la ventana y asumir que algunos han ganado para tener más ganado
sí las vacas a las que les cortan la cabeza y la sangre chorra chorrea
y ellos ponen la palangana debajo
para juntar la sangre y hacer una morcilla           

domingo, 9 de noviembre de 2014

*


Exangüe
la voz del espejo
se despierta afiebrada
y pasea su mirada
en los asiduos muebles

residuos de la insólita marea
corduras mutuas
pendencias

Es ese imperdurable
sostener las riendas del caballo desbocado
convicto

Un rayo y su sino
exangüe
su voz de vinilo

trino
tinto
vino

del ave tuerta
en el interior

espirituoso y profano      

jueves, 30 de octubre de 2014

*

La noche vocifera
“quiero estar en todas las fiestas del futuro
(sin…)
en los paralelismos binarios
subyacentes”

Aquellos abyectos remolinos de carburo
en los ojos
en las fiestas del futuro

como vocingleros conductores insolentes
que arrastran con la mano
lo que ocultan con la boca

Ese pesado objeto del deseo
tener el cetro
y los comodines aplastados bajo el pie

Una ancha cabellera de melanina
desnuda y olvidada
en el frío inmenso de los siglos
grita su estertor de amianto
porque
ahora
las culebras blancas lo han deshecho
una vez más

con la magia destructora     

jueves, 23 de octubre de 2014

*


Pienso en la falsificación del…
(P)obreza
(B)rutalidad
(I)noperancia

Su mera abstracción
atracción o número
su economía
y el querer irse
                 como si eso fuera posible
de la realidad

Contexto
exento
de impuestos históricos

Una revolución de los anales
que insiste por etapas
casi todas pragmáticas
ninguna organizada
todas
fanáticas

por superar al viejo milico
estratega
y capataz del pueblo
único traductor de sus sueños y esperanzas


miércoles, 22 de octubre de 2014

Reseña de Guitarra nocturna

Hacé que la noche venga
Por Pablo Klappenbach

Sabemos con la liebre y la tortuga de Zenón que lo que definimos como tiempo sufre de ciertas imprecisiones y que es bien posible que la eternidad suceda en un instante. Es así que la noche referida en el título de este poemario podría estar comentando los alcances de una percepción más que el ciclo de una noche, o mejor, que la noche es una manera de percibir distinta, no contemplada en los índices de la normalidad. Lo cierto es que Guitarra nocturna comienza cuando aparece lo que repta por las sombras, lo que suena sin un referente visual explícito, lo que se desnaturaliza al perder su identidad cotidiana, obvia. Se abre la noche y los materiales parecen desplegar una rememoración de otras funciones, otros usos y otros lenguajes. No es menor esta manera esencialista que tienen las cosas de convocarse. La hipótesis pareciera ser la de que en la improductividad de la noche ellas dejan de ser útiles y vuelven o señalan o sugieren una forma original, o al menos pretérita, en la que su existencia era otra, que intuimos más verdadera por lo que dice la voz cantora, aunque no estamos seguros de que algo así exista, una esencia, un origen. No es casualidad que la última palabra, plural pero solitaria, nos reenvíe a un espacio sin tiempo, a un tiempo sin espacio, a una suspensión: la de lo mitológico. Desde un presente de alcances varios (aparece "farol" a la vez que "distortion", figuras que en todo caso llaman a la ciudad moderna como entorno), la relación es con el pasado. Es una poética cuyo diálogo se establece en esa ambivalencia, arrastrada por la coloración cobriza de una noche que puede ser la de Arlt, la de Zitarrosa, la de Vallejo. Y cuando la luz es azul como en la hora mágica, también hay algo de Darío y del terciopelo que flota.

Los materiales, entonces, insisten en descomponerse en formas básicas, proponiendo un registro telúrico que sin embargo no es único en Guitarra nocturna, sino que se superpone a otros. Porque hay también una persistencia en la sustancia, en darle nombre, en la búsqueda de la precisión para decir. Una insistencia casi técnica para hacer venir hacia nosotros un pasado despreciado, ignorado, silenciado (por el día, por los que habitan el día, por los que se habitan con la palabra de la transacción). Y a su vez la recurrencia a la materia prima de la lengua también define territorios, formas yuxtapuestas donde la vivencia urbana coexiste a un tiempo con montes, océanos, caminos entre la selva, playas. Es, sin decirlo explícitamente, una experiencia del espacio a la manera latinoamericana. Su idea de lo urbano en superposición con formas abruptas de la naturaleza, esa coexistencia no armónica sino ruda, forzada, por corte directo, diríamos si fuera cine, responde a una idea de lo latinoamericano sin pasteurizar.

Claro está que desde el título estos poemas también suenan. Y si al principio se mueven indecisos entre la resonancia de la madera y la potencia de la electricidad, hacia el final parecieran imponerse los sonidos metálicos, disonantes, inarmónicos y amplificados de lo eléctrico. Pero no para establecer una moral donde la ciudad es el monstruo maldito, anormalidad de una geografía extraviada. Es otra cosa. Es el fin de la lucidez del insomnio. La evidencia de los restos, la clausura narcótica del viaje, la crudeza con que se impone el día y, otra vez, una forma útil para los objetos, una economía de la circulación de las palabras y los gestos.

Hay una resonancia gitana en la forma en que lo musical atraviesa estos poemas. Se trata de una celebración del nomadismo y el movimiento. Banda sonora de un viaje que se construye en un andar por una geografía extraviada, incierta, de formas difusas casi fantasmagóricas y que anhela que alguien la viva. Es una latencia, la noche, la que aquí se nombra.




viernes, 17 de octubre de 2014

*


No ser
a la medida de las circunstancias
circunferencias
esas calcomanías de campaña
campana sonora
que aturde el tímpano
y se aloja
ojalá

en el estómago vacío

jueves, 9 de octubre de 2014

*


Algo así es la manía
encapsulada en un maní
sobrecargada en la idolatría
lujuriosa
pornográfica


viernes, 26 de septiembre de 2014

*


 Cuántos laberintos hay que atravesar para llegar a la conclusión de que A es B o al menos se parecen porque se complementan ya que −digamos− son lo mismo y no hay escapatoria porque A es B y C y a veces D pero nunca… no sé que es nunca pero es algo o nada o simplemente un tratamiento contra el olvido la memoria –como la llaman−  endeble en estas latitudes de prosapias rancias en los cetros provinciales y portuarios mientras en los escaparates vacíos de las casas pobres de las villas y en los arrabales urbanos cercanos a la muerte fácil el escarnio y la desidia como las sillas los sillones las bibliotecas en las grandes salas de los palacios estatales o en las grandes empresas… esos imperios que se construyen −casi siempre− de las ausencias ajenas de los males que aquejan a los otros los distintos los disminuidos los que nunca terminan de ser A o B aunque creen que lo son y por eso depositan la confianza y luego se lamentan cuando hace frío y no tienen con qué cobijarse y sus hijos se encuentran en apuros y ellos no saben qué hacer para ayudarlos y los días que casi siempre son más cortos en invierno pero por suerte el frío protege a los alimentos de los gusanos y no hace falta enfriar el vino pero es necesario calentar el alma que no tienen los que poseen y no convidan esos que como se decía antes tienen un sapo en la barriga un sapo gordo de tantos bichos que se ha comido y de la buena merca que aspira en cada sartenazo en cada lengüetazo en cada pisada con sus zapatos ricky sarkany en el peor de los casos pasean en sus ferraris y bmw’s con llantas de gomaeva unas buenas llantas deportivas y una gorrita con visera y los pantalones por el piso y así meneando al ritmo sacudiendo una cadena de oro con un crucifijo… ese del tipo muerto por careta en la cruz porque tampoco entendió que  A era B y que su padre –entre otras cosas− era el espíritu santo y que su madre era virgen pero humana hasta que se la reclavó una paloma salida de la nada y su abuela −pobre− que siempre contaba que le habían regalado la bicicleta cuando les escribió una carta a los reyes magos y después el tío que se enteró de la guerra por la tele y se fue hasta la plaza igual que cuando habían ganado el mundial mientras morían muchos justamente por no tener la pelota y el padre que mostraba un billete con un montón de ceros creyendo que tenía más y la caja que entregaban con pan porque los ceros no alcanzaban porque no es verdad que “con la democracia…” cuántos laberintos hay que atravesar para llegar a la conclusión de que A es B o al menos se parecen porque se complementan ya que −digamos− son lo mismo y no hay escapatoria porque A es B y C y a veces D pero nunca…  


jueves, 18 de septiembre de 2014

*


Se levanta el velo
en vuelo rasante
y la sotana del luto
por el muerto ensuciada

son las contradicciones de ser millonarios
y decir querer 
cambiar el mundo

−para qué si ya tenemos el poder

Todos se parecen en eso de los caudales
es el germen del sobrevalor
la tentación de agarrar más
para apretar acá
donde duelen las palabras

el aliciente para el pobre gil que se golpea la cabeza
intentando limar las asperezas de su insignificancia

y el frío que cala hondo
en los huesos
en el miasma putrefacto de la clase

casta
ralea
linaje
familia
progenie
alcurnia
clan
tribu

barro cocido
desde el principio han chapoteado

ustedes

en el barro original
en los pantanos de la inmundicia
de donde proviene
la  calaña de Yzur y sus ancestros
cuando entre balbuceos rezaba
el inmundo mono:

 −“amo, agua, amo”   

sábado, 6 de septiembre de 2014

*


desnudo identitario
generacional

el hambre de saber que
la llama-sueño
en el meridiano del sol incandescente
se pega al fluido donde
el crepúsculo entorpecido
                intemperie del Ser
se hace añicos con la materialidad
política en lo real acontecido y concreto
la superficie añeja que no cede


¿cuándo una revolución? 

miércoles, 13 de agosto de 2014

*


un construirse
palabra a palabra
aunque se esté atado al balbuceo monocorde del antes

en los vocablos de otros
reconozco la voz y la sombra
el fantasma errante
como huella fascinada y delirante 
del construirse a sí mismo
                        ipsearse

ya sin imagen
signo

ni semejanza 

jueves, 7 de agosto de 2014

*


Perdura un aire rancio en estos poemas
es la mierda que pulula
las intransigencias de los absolutos
los absueltos
esos arbustos molestos que se comen a la Tierra
y defecan en las mentes
a cada paso
en el ferviente excremento del mundo
en lo sucio
en las cucarachas
que
como bien dijo alguien

“son un producto de la cultura”.

miércoles, 30 de julio de 2014

*


Cadenas
soportes
poleas
acoplamientos

Miento si digo que no son plurales
Como las yeguas
los cerdos
y otros animales de granja

Ala
luz azul
de los acontecimientos
cimientos ferroviarios
y agua
locos abandonados
balas de goma eva

La intuición menstrual
que preside 
exige un ser él
paranoico 
onírico
extraíble
abstraído
sordomudo
vocálico
lacónico


goma muerta