miércoles, 8 de junio de 2016

Las crónicas de Gándara[1]


Día 1: Ya no estoy en la Sojisticus, no sé dónde me encuentro. Extraño a mi familia, es lo que más extraño de la Tierra, a mi mujer y a mis hijos. Siento, en mi fuero interno, que no saldré nunca de aquí. Es una tierra desconocida. Un planeta donde se puede respirar oxígeno como en la Tierra. Por suerte tengo conmigo, en uno de los bolsillos de mi traje, unas cápsulas de supersemillas y superembriones. Unos minutos antes de teletransportarme hasta aquí, había pasado por el laboratorio y no sé bien por qué, quizás por instinto, me guardé unas cápsulas. Aquí es la noche eterna, pero el paisaje está totalmente desértico, como si fuera en algún momento del día abrasado por un sol poderosísimo. Me encuentro en una inmensa quebrada que, por la erosión constante de los fuertes vientos, posee unos canales escindidos en las rocas; por ahora esta cueva me servirá de refugio. Tengo que encontrar un poco de agua dulce para que, en caso de no encontrar nada comestible, pueda activar las supercápsulas…

Día 45: Como aquí todo el tiempo es de noche, mido los días de acuerdo al sueño; tomo como referencia la escritura que realizo en este diario antes de dormirme; es decir, ya dormí en este páramo espacial 45 veces. Por suerte leí La vida e increíbles aventuras de Robinson Crusoe… y otros libros de aventuras que me ayudaron a sobrevivir en esta tierra hostil; me ha sido de gran utilidad recordarlos. Pero extraño a mi familia, es lo que más extraño de la Tierra, a mi mujer y a mis hijos. 
Hace una semana hallé una importante fuente de agua dulce a unos treinta kilómetros al este. He estado comiendo y bebiendo cardos y cactus; en ocasiones he cazado alguna alimaña: unas criaturas asustadizas y simpáticas, semejantes a una mulita, aunque con un caparazón de color rojo fosforescente. Ahora, con este río que encontré todo será distinto. Ya me mudé allí, cerca de la orilla, ¡no estoy más en las cavernas! Con el agua dulce y la humedad del suelo cercano al río, las supercápsulas no tardarán en dar sus frutos. Con suerte, en una semana obtendré buenos resultados. No me vendría mal una vaquita para hacer un asado…

Día 55: He observado importantes cantidades de minerales y metales preciosos que escasean en la Tierra. Creo que río abajo hay una selva espesa. Desde la cima de una sierra, observé a unos pocos kilómetros un sector de frondosa vegetación. Debo acercarme de a poco, por las dudas que me encuentre con vida inteligente o salvaje y letal.
Hoy terminé de construir mi campamento. Edifiqué una cabaña con una madera resistente, pero no lo puedo llamar hogar porque extraño demasiado el mío. Mi familia, es lo que más extraño de la Tierra, a mi mujer y a mis hijos. Si existiera el diablo, juro que le daría mi alma por volver a verlos, ni siquiera se la vendería, sólo le diría “Tomala, es tuya”.
Cerca de la orilla del río —al que llamo Río Plateado, por el color de sus aguas— encontré una especie de árboles (no puedo afirmar si son árboles, pero se les parecen bastante) de gran tamaño, gruesas y duras ramas.
Un poeta se haría un festín aquí, ¡poder nombrar por primera vez todas las cosas de un Mundo Nuevo y gigantesco!
El suelo es apto en nutrientes (minerales, salinidad y humedad) para la siembra y los animales que encontraron un buen lugar de pastoreo. Ya tengo dos vacas, un cerdo y tres gallinas, también soja, tomate y trigo. Me gustaría, como Robinson, tener la compañía de un Viernes, pero estoy completamente solo en este lugar. Tengo uno de los armadillos rojos como mascota; lo adopté hace unos días, cuando lo encontré atorado entre unas rocas...

Día 173: Ahora, descifro la noche, es cuando mi mascota Tatú —así la he bautizado— duerme. Se esconde debajo de la mesa y se mete adentro de su coraza. Cuando me percaté de su actitud, comencé a diferenciar tres cambios de estado del cielo:
1) Cristalino, de tonos azulados, todos los tonos del azul, hasta llegar al celeste, similar a nuestros cielos antes de la Gran Polución que se produjo dos años antes de nuestra partida. Creo que es el día.
2) De un gris plomizo, profundo y espeso; por momentos, entre el gris, se pueden observar unas pintitas amarillas. Creo que se trata del crepúsculo.
3) Bordó sangre, o borravino, cubierto de estrellas y satélites, como cuando es de noche en la Tierra.
Ayer vi una estrella fugaz e imaginé que era una nave que venía a recatarme, últimamente me pasa muy seguido. La semana pasada me atacaron unos animales bastante salvajes y de gran tamaño, es la primera vez que me topo con ellos, hasta ahora casi todos habían sido amigables conmigo. No hay rastros de vida inteligente en este Planeta. Extraño a mi familia, es lo que más extraño de la Tierra, a mi mujer y a mis hijos… 

Día 365: Un año. ¿Cuál habrá sido el destino de mis compañeros? He bautizado esta tierra con el nombre de Nueva Argentina y a este pequeñísimo páramo en el que me encuentro                  —porque el planeta es enorme, intuyo que sólo he recorrido un 0,01 por ciento de toda su superficie— Brigadier Álvaro Gómez de Herrera (la preposición “de” es porque suena más distinguido), por su honor y valentía.
Extraño a mi familia, es lo que más extraño de la Tierra, a mi mujer y a mis hijos. Ni siquiera tengo una fotografía de ellos, todas las que tenía quedaron en la Sojisticus. A veces temo olvidarme sus rostros. Todos los días dedico varias horas a recordarlos. Los he dibujado, encontré otra especie de árbol que tiene unas hojas muy grandes y que poseen una textura muy parecida a una tela de algodón; utilizo para pintarlos, como Séraphine de Senlis, colores que extraigo de plantas, animales y minerales.
Ya he clasificado y caracterizado biológicamente a más de setecientas especies de vegetales, incluyendo árboles, plantas y tubérculos; unas mil especies animales, incluyendo vertebrados e invertebrados (los clasifiqué así, porque zoológicamente no coinciden con los animales de la Tierra en casi nada); y unos cincuenta minerales, entre los que se encuentran el oro y la plata en grandes cantidades, aunque la mayoría de ellos tampoco coincide con los de la Tierra.
Un día me tropecé con un gigantesco glaciar de litio; tiene unos diez kilómetros de extensión. El suelo de litio es duro, posee una capa de gran espesor que no se rompe al pisarlo, he intentado fundirlo, pero no lo he logrado. Parece que se encuentra como petrificado, debe estar congelado desde hace millones de años.            
He construido un molino y un arado, además de las herramientas que necesité para hacerlos. Llegué a este puto lugar o Nueva Argentina hace un año y sin nada, absolutamente nada. Como decía mi abuela, “¡Vine con una mano atrás y otra adelante!”, pienso y me río a carcajadas. Ahora tengo un huerto, animales, una casa, etc. Pero ya estoy harto de mí, necesito hablar con alguien…   

Día 678: Cuando los vi llegar, no lo podía creer, al principio mientras ingresaban en la atmósfera, temí que no fueran humanos. Pero cuando distinguí el nombre de Sojisticus AR-2 y el escudo de la INCOC, me tranquilicé. Después de casi dos años de estar solo, podría volver a hablar con alguien y hasta volverme a la Tierra. Extraño a mi familia, es lo que más extraño, a mi mujer y a mis hijos.
Llegaron en tres naves, eran el triple más grande que la Sojisticus original. Traían de todo: un arsenal, equipos de medición atmosférica, comunicación, dos laboratorios de última generación, sondas espaciales y varios vehículos de reconocimiento (aéreo, terrestre y acuático), etc.
Muchos de la tripulación llegaron con fuertes dolores de cabeza, el brusco salto espacio-temporal los ha alterado física y emocionalmente. Por suerte, yo había encontrado una planta similar al tabaco, pero con efectos narcóticos, semejantes a los que produce el Cannabis Sativa. Es un buen calmante. Me ha ayudado mucho a combatir la neuralgia y los dolores de todo tipo. Se las ofrecí para que la fumaran en pipas que había construido con distintos materiales.
Cuando llegaron, Tatú se había muerto hacía una semana. No sé qué edad tendría, pero calculo que ya era viejo cuando lo adopté; era torpe y lento, le gustaba holgazanear mucho y veía y escuchaba poco. El duelo fue triste, pero por suerte llegaron mis compatriotas…

Día 1043: La hostilidad se hace cada día más abismal. Varios estamos pensando en la posibilidad de organizar una Revolución. A un año de su llegada todavía no pude hablar con los superiores de la misión, no sé siquiera sus nombres. También me han negado la posibilidad de regresar a la Tierra, dicen unos subalternos con los que me comunico que permanecerán tres años en Nueva Argentina hasta recibir un relevo, sólo si el relevo no llegara en el tiempo estipulado, deberían permanecer allí seis meses más y recién ahí —sólo en caso de que el relevo no llegara tampoco pasado este tiempo suplementario— ellos podrían enviar una de las tres naves de regreso a la Tierra. Sólo que lo haría nada más que con un cuarto de su tripulación; permaneciendo las dos  naves restantes con toda su gente, más los tres cuartos sobrantes de la nave beneficiada, en el planeta extraterrestre.
Algunos hombres están impacientes por saber qué pasaría llegado este punto. Quién o quiénes —se preguntan— decidirán qué nave volverá y quiénes integrarán el cuarto que regrese a casa. Luego del destierro que supone toda conquista para los hombres que la realizan, es natural que se encuentren con dudas sobre su suerte futura; sobre todo si de esas medidas se enteraron una vez llegados a destino, el nuevo mundo.
Los más disconformes son un grupo de argentinos que, según se dice, están liderados por un nativo que se hace llamar, extrañamente, Crisóstomo. Se trata de un ser que sólo unos pocos han visto merodear por los desiertos de Nueva Argentina. Se lo suele describir de varias formas, pero la mayoría de los que se lo cruzaron más o menos coincide en que se parece a una mantis religiosa. “Tiene unos ojos tan grandes que le saltan de las órbitas. Cuando se acercó y me habló, noté que había algo en esos ojos sin iris, en las pequeñas pupilas, en sus gigantescos globos oculares, algo ancestral que no puedo explicar”, me dijo uno de ellos el otro día.
Yo no lo he visto nunca. Eso que llevo más tiempo que todos ellos aquí y extraño a mi familia, es lo que más extraño de la Tierra, a mi mujer y a mis hijos. Ni siquiera tengo una fotografía de ellos. Todavía temo olvidarme sus rostros. Los sigo dibujando, creo que cada día lo hago mejor.
Planeamos —porque, ya lo he resuelto, ¡me voy a sumar a la revuelta!— tomar varios vehículos, armas y equipos tecnológicos de todo tipo, para construir una base de resistencia; desde la cual comenzáremos los asedios a las autoridades coloniales y su yugo imperialista. Muchos son optimistas y creen que podemos ganar…   

Día 1120: ¡Por fin lo conocí! Esta mañana me lo presentaron en una reunión de los “Infuriating”, así nos llaman los gringos de la INCOC, que son la mayoría, y también los de las demás nacionalidades, porque aquí hay de todos los lugares del orbe. Según me informaron, son de los países miembros de lo que algún día fue Naciones Unidas. Cuando me lo dijeron, recordé que en una de sus últimas sesiones se firmó un acuerdo, ratificado por la mayoría de los países del mundo, incluido el nuestro, por el cual todo territorio descubierto en el espacio exterior, con posibilidades de desarrollar vida en él, quedaba automáticamente bajo el dominio y completo control de la INCOC, sin excepciones.
Hablamos largo y tendido. Él me mostró unos mapas del planeta que había trazado con mucha precisión. Yo le comenté sobre mi proyecto de crear una Nuevos Aires a orillas del Río Plateado y le mostré unas maquetas que he estado haciendo, se trata de unas réplicas casi exactas de la ciudad de Buenos Aires y parte del conurbano bonaerense. Luego le conté que en algún momento me gustaría volver a la Tierra, porque extraño mucho a mi familia. “Es lo que más extraño, a mi mujer y a mis hijos”, le dije. Crisóstomo me palmeó amistosamente y me dijo: “Lo entiendo”. Se lo agradecí, mientras me secaba una lágrima con el puño de mi campera…
 
 Día 1485: Todos esperábamos, de un momento a otro las órdenes del General Crisóstomo. Sólo debíamos esperar el momento preciso. Pero él nos tranquilizaba. Decía que debíamos esperar el triple eclipse. “Los tres satélites de Gándara, los Ops 1, 2 y 3, se alinearán, verticalmente, después del plenilunio de mayo —siempre, claro está, hablando con conceptos de astronomía terrestre—, que aquí se denomina pleniops cahíta, en una línea recta perfecta. Sólo faltan unos días para que suceda”, nos dijo nuestro líder natural.       
Finalmente, robamos lo necesario para montar una Base. Pero lo vamos a tener que hacer en un satélite, porque los soldados de la INCOC son muchos para pelear contra ellos. Han llegado los refuerzos terrestres a tiempo y ahora nos superan considerablemente. No tendríamos oportunidad si nos quedáramos en territorio gandareño; en cambio, desde Ops 1 nos será mucho más fácil organizar una guerra de guerrillas.
Ayer por la mañana, robamos unos vehículos de reconocimiento, unas cuantas armas —incluyendo unos cien misiles con carga atómica— y algunos equipos tecnológicos sofisticados, los cargamos en una nave de carga menor y partimos rumbo a Ops 1. Allí erigiremos nuestra Base Central de Operaciones. La guerra se ha desatado y será cruenta…




[1] Con ese título se publicó en el Boletín Oficial. El mismo que el Teniente Correa había utilizado para nombrar su libreta con las descripciones de las extrañas criaturas que se desarrollaron en la Sojisticus AR-1. Los puntos suspensivos indican que se trata de fragmentos. (Nota del Narrador).      

No hay comentarios: