Día 1: Ya no estoy en la Sojisticus,
no sé dónde me encuentro. Extraño a mi familia,
es lo que más extraño de la Tierra, a mi mujer y a mis hijos. Siento, en mi fuero interno, que no saldré nunca de
aquí. Es una tierra desconocida. Un planeta donde se puede respirar oxígeno
como en la Tierra. Por suerte tengo conmigo, en uno de los bolsillos de mi
traje, unas cápsulas de supersemillas y
superembriones. Unos minutos antes de teletransportarme hasta aquí, había
pasado por el laboratorio y no sé bien por qué, quizás por instinto, me guardé
unas cápsulas. Aquí es la noche eterna, pero el paisaje está totalmente
desértico, como si fuera en algún momento del día abrasado por un sol
poderosísimo. Me encuentro en una inmensa quebrada que, por la erosión
constante de los fuertes vientos, posee unos canales escindidos en las rocas;
por ahora esta cueva me servirá de refugio. Tengo que encontrar un poco de agua
dulce para que, en caso de no encontrar nada comestible, pueda activar las
supercápsulas…
Día
45: Como aquí todo el tiempo es de noche,
mido los días de acuerdo al sueño; tomo como referencia la escritura que
realizo en este diario antes de dormirme; es decir, ya dormí en este páramo
espacial 45 veces. Por suerte leí La vida
e increíbles aventuras de Robinson Crusoe… y otros libros de aventuras que
me ayudaron a sobrevivir en esta tierra hostil; me ha sido de gran utilidad
recordarlos. Pero extraño a mi familia, es lo que más extraño de la Tierra, a
mi mujer y a mis hijos.
Hace una semana hallé una
importante fuente de agua dulce a unos treinta kilómetros al este. He estado
comiendo y bebiendo cardos y cactus; en ocasiones he cazado alguna alimaña:
unas criaturas asustadizas y simpáticas, semejantes a una mulita, aunque con un
caparazón de color rojo fosforescente. Ahora, con este río que encontré todo
será distinto. Ya me mudé allí, cerca de la orilla, ¡no estoy más en las
cavernas! Con el agua dulce y la humedad del suelo cercano al río, las
supercápsulas no tardarán en dar sus frutos. Con suerte, en una semana obtendré
buenos resultados. No me vendría mal una vaquita para hacer un asado…
Día
55: He observado importantes cantidades de
minerales y metales preciosos que escasean en la Tierra. Creo que río abajo hay
una selva espesa. Desde la cima de una sierra, observé a unos pocos kilómetros
un sector de frondosa vegetación. Debo acercarme de a poco, por las dudas que
me encuentre con vida inteligente o salvaje y letal.
Hoy terminé de construir mi
campamento. Edifiqué una cabaña con una madera resistente, pero no lo puedo
llamar hogar porque extraño demasiado el mío. Mi familia, es lo que más extraño
de la Tierra, a mi mujer y a mis hijos. Si existiera el diablo, juro que le
daría mi alma por volver a verlos, ni siquiera se la vendería, sólo le diría
“Tomala, es tuya”.
Cerca de la orilla del río —al que
llamo Río Plateado, por el color de sus aguas— encontré una especie de árboles
(no puedo afirmar si son árboles, pero se les parecen bastante) de gran tamaño,
gruesas y duras ramas.
Un poeta se haría un festín aquí,
¡poder nombrar por primera vez todas las cosas de un Mundo Nuevo y gigantesco!
El suelo es apto en nutrientes
(minerales, salinidad y humedad) para la siembra y los animales que encontraron
un buen lugar de pastoreo. Ya tengo dos vacas, un cerdo y tres gallinas,
también soja, tomate y trigo. Me gustaría, como Robinson, tener la compañía de
un Viernes, pero estoy completamente solo en este lugar. Tengo uno de los
armadillos rojos como mascota; lo adopté hace unos días, cuando lo encontré
atorado entre unas rocas...
Día
173: Ahora, descifro la noche, es cuando mi
mascota Tatú —así la he bautizado— duerme. Se esconde debajo de la mesa y se
mete adentro de su coraza. Cuando me percaté de su actitud, comencé a
diferenciar tres cambios de estado del cielo:
1) Cristalino, de tonos azulados,
todos los tonos del azul, hasta llegar al celeste, similar a nuestros cielos
antes de la Gran Polución que se produjo dos años antes de nuestra partida.
Creo que es el día.
2) De un gris plomizo, profundo y
espeso; por momentos, entre el gris, se pueden observar unas pintitas
amarillas. Creo que se trata del crepúsculo.
3) Bordó sangre, o borravino,
cubierto de estrellas y satélites, como cuando es de noche en la Tierra.
Ayer vi una estrella fugaz e
imaginé que era una nave que venía a recatarme, últimamente me pasa muy
seguido. La semana pasada me atacaron unos animales bastante salvajes y de gran
tamaño, es la primera vez que me topo con ellos, hasta ahora casi todos habían
sido amigables conmigo. No hay rastros de vida inteligente en este Planeta.
Extraño a mi familia, es lo que más extraño de la Tierra, a mi mujer y a mis
hijos…
Día
365: Un año. ¿Cuál habrá sido el destino de
mis compañeros? He bautizado esta tierra con el nombre de Nueva Argentina y a este pequeñísimo páramo en el que me
encuentro —porque el
planeta es enorme, intuyo que sólo he recorrido un 0,01 por ciento de toda su
superficie— Brigadier Álvaro Gómez de
Herrera (la preposición “de” es porque suena más distinguido), por su honor
y valentía.
Extraño a mi familia, es lo que más
extraño de la Tierra, a mi mujer y a mis hijos. Ni siquiera tengo una
fotografía de ellos, todas las que tenía quedaron en la Sojisticus. A veces temo olvidarme sus rostros. Todos los días
dedico varias horas a recordarlos. Los he dibujado, encontré otra especie de
árbol que tiene unas hojas muy grandes y que poseen una textura muy parecida a
una tela de algodón; utilizo para pintarlos, como Séraphine de Senlis, colores
que extraigo de plantas, animales y minerales.
Ya he clasificado y caracterizado
biológicamente a más de setecientas especies de vegetales, incluyendo árboles,
plantas y tubérculos; unas mil especies animales, incluyendo vertebrados e
invertebrados (los clasifiqué así, porque zoológicamente no coinciden con los
animales de la Tierra en casi nada); y unos cincuenta minerales, entre los que
se encuentran el oro y la plata en grandes cantidades, aunque la mayoría de
ellos tampoco coincide con los de la Tierra.
Un día me tropecé con un gigantesco
glaciar de litio; tiene unos diez kilómetros de extensión. El suelo de litio es
duro, posee una capa de gran espesor que no se rompe al pisarlo, he intentado
fundirlo, pero no lo he logrado. Parece que se encuentra como petrificado, debe
estar congelado desde hace millones de años.
He construido un molino y un arado,
además de las herramientas que necesité para hacerlos. Llegué a este puto lugar
o Nueva Argentina hace un año y sin
nada, absolutamente nada. Como decía mi abuela, “¡Vine con una mano atrás y
otra adelante!”, pienso y me río a carcajadas. Ahora tengo un huerto, animales,
una casa, etc. Pero ya estoy harto de mí, necesito hablar con alguien…
Día
678: Cuando los vi llegar, no lo podía creer,
al principio mientras ingresaban en la atmósfera, temí que no fueran humanos.
Pero cuando distinguí el nombre de Sojisticus
AR-2 y el escudo de la INCOC, me tranquilicé. Después de casi dos años de
estar solo, podría volver a hablar con alguien y hasta volverme a la Tierra.
Extraño a mi familia, es lo que más extraño, a mi mujer y a mis hijos.
Llegaron en tres naves, eran el
triple más grande que la Sojisticus
original. Traían de todo: un arsenal, equipos de medición atmosférica,
comunicación, dos laboratorios de última generación, sondas espaciales y varios
vehículos de reconocimiento (aéreo, terrestre y acuático), etc.
Muchos de la tripulación llegaron
con fuertes dolores de cabeza, el brusco salto espacio-temporal los ha alterado
física y emocionalmente. Por suerte, yo había encontrado una planta similar al
tabaco, pero con efectos narcóticos, semejantes a los que produce el Cannabis Sativa. Es un buen calmante. Me
ha ayudado mucho a combatir la neuralgia y los dolores de todo tipo. Se las
ofrecí para que la fumaran en pipas que había construido con distintos
materiales.
Cuando llegaron, Tatú se había
muerto hacía una semana. No sé qué edad tendría, pero calculo que ya era viejo
cuando lo adopté; era torpe y lento, le gustaba holgazanear mucho y veía y
escuchaba poco. El duelo fue triste, pero por suerte llegaron mis compatriotas…
Día
1043: La hostilidad se hace cada día más
abismal. Varios estamos pensando en la posibilidad de organizar una Revolución.
A un año de su llegada todavía no pude hablar con los superiores de la misión,
no sé siquiera sus nombres. También me han negado la posibilidad de regresar a
la Tierra, dicen unos subalternos con los que me comunico que permanecerán tres
años en Nueva Argentina hasta recibir
un relevo, sólo si el relevo no llegara en el tiempo estipulado, deberían
permanecer allí seis meses más y recién ahí —sólo en caso de que el relevo no
llegara tampoco pasado este tiempo suplementario— ellos podrían enviar una de
las tres naves de regreso a la Tierra. Sólo que lo haría nada más que con un
cuarto de su tripulación; permaneciendo las dos
naves restantes con toda su gente, más los tres cuartos sobrantes de la
nave beneficiada, en el planeta extraterrestre.
Algunos hombres están impacientes
por saber qué pasaría llegado este punto. Quién o quiénes —se preguntan— decidirán
qué nave volverá y quiénes integrarán el cuarto que regrese a casa. Luego del
destierro que supone toda conquista para los hombres que la realizan, es
natural que se encuentren con dudas sobre su suerte futura; sobre todo si de
esas medidas se enteraron una vez llegados a destino, el nuevo mundo.
Los más disconformes son un grupo
de argentinos que, según se dice, están liderados por un nativo que se hace
llamar, extrañamente, Crisóstomo. Se trata de un ser que sólo unos pocos han
visto merodear por los desiertos de Nueva
Argentina. Se lo suele describir de varias formas, pero la mayoría de los
que se lo cruzaron más o menos coincide en que se parece a una mantis religiosa. “Tiene unos ojos tan grandes
que le saltan de las órbitas. Cuando se acercó y me habló, noté
que había algo en esos ojos sin iris, en las pequeñas pupilas, en sus
gigantescos globos oculares, algo ancestral que no puedo explicar”, me dijo uno
de ellos el otro día.
Yo no lo he visto nunca. Eso que
llevo más tiempo que todos ellos aquí y extraño a mi familia, es lo que más
extraño de la Tierra, a mi mujer y a mis hijos. Ni siquiera tengo una
fotografía de ellos. Todavía temo olvidarme sus rostros. Los sigo dibujando,
creo que cada día lo hago mejor.
Planeamos —porque, ya lo he
resuelto, ¡me voy a sumar a la revuelta!— tomar varios vehículos, armas y equipos
tecnológicos de todo tipo, para construir una base de resistencia; desde la
cual comenzáremos los asedios a las autoridades coloniales y su yugo
imperialista. Muchos son optimistas y creen que podemos ganar…
Día
1120: ¡Por fin lo conocí! Esta mañana me lo
presentaron en una reunión de los “Infuriating”,
así nos llaman los gringos de la INCOC, que son la mayoría, y también los de
las demás nacionalidades, porque aquí hay de todos los lugares del orbe. Según
me informaron, son de los países miembros de lo que algún día fue Naciones
Unidas. Cuando me lo dijeron, recordé que en una de sus últimas sesiones se
firmó un acuerdo, ratificado por la mayoría de los países del mundo, incluido
el nuestro, por el cual todo territorio descubierto en el espacio exterior, con
posibilidades de desarrollar vida en él, quedaba automáticamente bajo el
dominio y completo control de la INCOC, sin excepciones.
Hablamos largo y tendido. Él me
mostró unos mapas del planeta que había trazado con mucha precisión. Yo le
comenté sobre mi proyecto de crear una Nuevos
Aires a orillas del Río Plateado
y le mostré unas maquetas que he estado haciendo, se trata de unas réplicas
casi exactas de la ciudad de Buenos Aires y parte del conurbano bonaerense.
Luego le conté que en algún momento me gustaría volver a la Tierra, porque
extraño mucho a mi familia. “Es lo que más extraño, a mi mujer y a mis hijos”,
le dije. Crisóstomo me palmeó amistosamente y me dijo: “Lo entiendo”. Se lo
agradecí, mientras me secaba una lágrima con el puño de mi campera…
Día
1485: Todos esperábamos, de un momento a otro las órdenes del General
Crisóstomo. Sólo debíamos esperar el momento preciso. Pero él nos
tranquilizaba. Decía que debíamos esperar el triple eclipse. “Los tres
satélites de Gándara, los Ops 1, 2 y 3, se alinearán,
verticalmente, después del plenilunio de
mayo —siempre, claro está, hablando con conceptos de astronomía terrestre—,
que aquí se denomina pleniops cahíta,
en una línea recta perfecta. Sólo faltan unos días para que suceda”, nos dijo nuestro
líder natural.
Finalmente, robamos lo necesario para
montar una Base. Pero lo vamos a tener que hacer en un satélite, porque los
soldados de la INCOC son muchos para pelear contra ellos. Han llegado los
refuerzos terrestres a tiempo y ahora nos superan considerablemente. No tendríamos
oportunidad si nos quedáramos en territorio gandareño; en cambio, desde Ops 1 nos será mucho más fácil organizar
una guerra de guerrillas.
Ayer por la mañana, robamos unos
vehículos de reconocimiento, unas cuantas armas —incluyendo unos cien
misiles con carga atómica— y algunos equipos tecnológicos sofisticados, los
cargamos en una nave de carga menor y partimos rumbo a Ops 1. Allí erigiremos nuestra Base Central de Operaciones. La
guerra se ha desatado y será cruenta…
[1] Con ese título
se publicó en el Boletín Oficial. El mismo que el Teniente Correa había
utilizado para nombrar su libreta con las descripciones de las extrañas
criaturas que se desarrollaron en la Sojisticus AR-1. Los puntos suspensivos
indican que se trata de fragmentos. (Nota del Narrador).
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