miércoles, 11 de agosto de 2010

La visita

Todo se turbó de pronto para Ruperto: los Andes, ahí, debajo de su cama, se elevaron como un diluvio- los bosques australes henchidos de agua (tal cual son) volaron hacía su casa, para instalarse en su comedor, iniciando una fiesta-savia de humores enloquecidos-sangre y flemas; flechas mortíferas (seguramente de Diana) enlutando su corazón con una lágrima oscura-algo pletórico en poesía de liquidez vital.

Unquizá, salto morta(l)-dela. Espacios confines cubrían el gran valle: una luna asfixiada por el tiempo, que sin tiempo seatormentada por una intemperie casi humana.

En cadáveres se encontraba la Palabra, que sin fines se moría de engaño ante sus incapaces usuarios. ¿Dónde, sino en la escollera lejana de la aurora; amanecía perdida la azotea naranja que asomaba su nariz en los tambores cuneiformes de la existencia?

Una casa lejos, unos pares de zapatos amontonados junto a una cama casi de piedra. Allí, vivía Josefa, al píe de la montaña nocturna, con un sol rojo y un lago asfáltico.

Por las noches, hacía frío hacia las alturas; cuanto más se acercaban las casas a la cordillera. Josefa vivía justo al píe, y el frío le entraba en los huesos y el calor ya no llegaba más por aquellos lugares (cómo si alguna vez hubiera llegado). No es que a la ciudad llegara, es que Ruperto lo veía en sus pesadillas, o en sus visones, de despierto nomás, y de borracho, cuando lo estaba.

Cada cual tiene su asiento en el espectáculo; los que culos tienen para sentarse y ver y cada tanto rascarse y… Pero es verdad que en el sitio menos indicado, donde vivía Josefa, hacia las alturas, hacía un frío que daba calambres. La última carta de Josefa decía lo siguiente:

“Querido Ruperto:

Hace frío. Mañana iré de compras al pueblo, me dijeron que hay ofertas de mariscos. Espero que estés bien. Saludos.

Josefa”.

Él le respondió dos días después:

“Querida Josefa:

Aquí hay mucha humedad. Espero que nos podamos ver pronto.

Ruperto”.

Las ciudades, por lo general, son húmedas, ¡muy! Los acantilados de cemento parecen elevarse mucho y las aguas, con tanto peso, se salen de la tierra hacia arriba. Pero no todo es agua, hay líquidos venenosos que vuelan por los aires convertidos en gases y también hay olores nauseabundos. Pero lejos, hace mucho frío y no existe la calefacción. Es duro cortar leña y peinarse en las mañanas con agua fría.

Josefa veía las cosquillas salirse de cause, e imaginaba que un morocho alto, de pelo engominado y ojos azules, se las hacía en la noche cerrada. Tras el deseo, una niebla que lo cubría todo. Había un coto cerca de allí. Los jabalíes gritaban por el frío y el hambre: faltaban todavía dos meses para la temporada de caza y los pobres animales no podían salir a comer, porque estaban cercados.

A unos kilómetros de allí, Ruperto tomaba mate con aceitunas verdes. El cielo lo arrinconaba en la azotea naranja, en un mediodía que parecía de cuento. La humedad agobiante de la ciudad no le daba tregua a ningún sol, por más fuerte que venga; simplemente, no podía con tanta agua que del suelo se elevaba hacía las alturas y en nubes de colores corría hasta la cordillera. Entonces, en lo alto, las nubes se transformaban en un lago azul, para que el frío bajara en forma de copos desde un cielo inmenso.

Bajo ese cielo inmenso se encontraba Josefa cortando leña para calentar el hogar. La leña, en ocasiones, se humedecía por el frío, pero cuando las llamas la envolvían salía primero un vapor y luego, prendía en un rojo intenso y empezaba a chirriar como loca.

¿Qué evadir tiene el mundo cuando trinan las cosas que en ocasos son tristezas? ¿Qué presagio es ser animal o humano por naturaleza? ¿Dónde un pelo se entorpece con una cáscara de huevo? Algunas relaciones perversas que enlutan el cielo en su camino discreto, para enlutar el negro océano de melancolías. Tiempo neutro de rincones subyacentes en la hoguera de los leños, que siendo leña cuando árboles, no sabían que podían ser combustible. Se dejaba llevar Josefa en la eterna imaginación de lo absoluto y al salir al patio de su casa, observaba el lago, tanto en la tierra como elevándose de apoco en el cielo, y sin dejar de ser triste, pensaba una vez más en Ruperto.

En una vieja revista, se quedaban muertos sus ojos al caer sus lágrimas en las hojas. Él, leía una correspondencia: “El lago está nocturno en el cielo encapotado; lo veo oscuro, pero está allí, entre la capota gris del día lluvioso. Tienes que verlo, ¡es hermoso!”.

Seguramente, ella quería conocerlo. Pasar de pronto entre las nubes y el lago, para llegar volando hasta el edificio de Ruperto. Una revista los había unido como un pasatiempo. Después, luego, hacían un crucigrama y dormían en sus blancas sábanas de sed-a…

Las primeras cartas, tan poéticamente escritas, se habían perdido en el pasado, no tan pasado como el futuro:

Josefa:

Aquí, en la ciudad, hay mucha humedad. La humedad es la principal enemiga del ciudadano. Como verás, estoy cansado de luchar con ella. Desearía tenerte a mi lado en estas noches húmedas, para reconocerme seco al despuntar la aurora. Es increíble que tu clima se pronuncie a la distancia, trayéndome perpetuas y cálidas calorías cariñosas que me alegran el corazón. ¿Ya sabés que la revista “Jugando a encontrarnos” no existe más?; pero es mi deseo más profundo no acabar con estas correspondencias. Es por eso que me he tomado el atrevimiento de llamar para pedir tu dirección.

Espero que nos podamos ver pronto.

Ruperto”.

“Ruperto:

Me sonrojo con sólo leer el remitente. Creo que anhelo tu voz, la cual aún no conozco, pero sé que es, porque la veo en tus palabras, ¡tan lindas por cierto!, que no hago otra cosa que soñar, siquiera un instante, con soñar a tu lado. También es mi deseo más profundo no acabar con estas correspondencias.

Josefa”.

No es otra cosa que un llanto: el transcribir tan bellas palabras de amor, produce un unísono reflejo de nostalgia, de impura clemencia desarreglada en la hoguera de un leño.

Enhorabuena, la mudanza de los días trajo aliento a los enamorados desprevenidos, a los que el amor más profundo atravesó en sus corazones. Y la espera, un poco larga, quiso confinarse con los guisos de Josefa, los que preparaba con ahínco mientras transcurrían las mañanas. Mientras él comía sus aceitunas y se mofaba con lo húmedo: esa cosa pegajosa que brotaba, sin ton ni son, del suelo.

¿Qué propósitos había en sus cabezas, de las cuales colgaban las pasiones que se reprimían con el clima? Frío-humedad, cosas por el estilo hay digamos, un poco desprolijas, pero sinceras. Eran estás analogías lo que no quedaba en claro ¿Para quién?.

Las valijas desprolijas de uno, Ruperto, se veían llenas de sueños profundos, de olas alquiladas en un vídeo comiquísimo de quiosco. Las vendas eran superficiales; los esmaltes, colores fuertes.

Una mañana subió al ómnibus y se alejó, como poseído, de la húmeda ciudad hacia el frío seco de las montañas. Josefa se llevaría una sorpresa; él no le había contestado su última carta:

“Ruperto:

Estoy cansada de esperar lo bueno. Ya no puedo más, quisiera verte llegar desde las alturas hasta mi pecho, para que lo llenes de súbita alegría, y yo sabré agradecerte con un guiso caliente y con palabritas de afecto, de esas que hacen cosquillas en los oídos. Un eco existe de tu presencia, un eco de olvido y un gran silencio que se apodera de mí, para despedirme. Ya no puedo esperar nada.

Josefa”.

Pero ahora estaba llegando un sol que caía en el crepúsculo. Ruperto estaba a veinticuatro horas de Josefa y ella no lo sabía, pero podía intuir su cercanía: el pecho le acaloraba su espíritu y los colores del cielo le anunciaban el momento que transcurría minuto a minuto en un día.

No puedo relatar el cruce de miradas del encuentro: las manos transpiradas, el sueño hecho realidad, las sonrisas, las palabras lentas y cálidas, los roces antes del abrazo, la desnudez interna ante el otro que se iba aproximando. Por fin, un abrazo eterno, la charla eterna que moriría en el alba para volver a iniciarse pasado el mediodía de todos los días.

Él escribió, en el viaje, una última carta:

“Josefa:

Es importante llegar a casa después de un largo viaje por la nada. Estoy cansado de estar lejos, me abruma la humedad, la gran ciudad me quiso robar los últimos suspiros que iban sacando poco a poco un cachito de mi alma. Por suerte, he podido guardar una gran parte para dártela a vos. Estoy cerca, ya dejé atrás la pampa, ya estoy cerca de la cordillera, puedo respirar tu aire, puedo sentir tus latidos, tus manos que me irán acariciando las ausencias, para traerlas desde el pasado y aferrarlas a lo bueno. No hace falta que la firme, porque te la voy a dar en persona”.

Los contornos fueron enmudeciendo y las paredes arroparon a los cuerpos y la inmensidad del paisaje los consumió en un instante dulce.

La mañana, la tarde, la noche y así...


jueves, 22 de julio de 2010

XVII

Son los fantasmas de los que hablo siempre

monstruos que insisten

y me persiguen hasta debajo de la cama

son como pelusas,

esas que se pegan en el suelo

o en la escoba

(¡cuando uno barre son muy molestas!)

y hay que sacarlas con la mano

porque no salen así nomás.

Seguirán ahí,

haciendo de las suyas,

fantasmeando…

lunes, 19 de julio de 2010

XVI

El flor expresó

colgada de la árbol joven

su materialidad constitutiva

¿cuál es la lucha?


La cartel crece

desteñido el cárcel

de triste existencia

inmediata cadáver.


sábado, 3 de julio de 2010

XV

La carátula,
carilla pendiente
surco
se tensa nula

La casa vacía,
en tiempo acorralada
canción nocturna es

lo pleno en plano
transcurre en la planicie

la pampa desierto
de cara al festejo
es canción nocturna,

fantasma borracho
en la simiesca figura
naciente en planetario

se cierra al alba:
una mañana descuartizada,
impreso en letras grandes

He tendido una soga
desde la otra frontera
hacia el centro
una cara me ha dicho:

dejó de yover

Es cierto,
el agua ha quedado acumulada
en un cacharro de barro crudo,

que ponga la mesa
y desate la soga
para que se haga realidad lo subjuntivo

he hecho todo eso
y se enmudeció el claxon del ford t
que quizás
lo condujo hasta la plaza


Una paloma le ha cagado el uniforme
se ve desde lejos
la mancha blanca
que lo corrompe

sábado, 29 de mayo de 2010

XIV

A mis compañeros del Joaquín

-Grshsu ajjftens rrrrr dst crd a kn gjsa

(Un hombre lee y no entiende,
intenta traducir una oración
de una lengua a otra,
pero, de a ratos,
se distrae):

mastico
o trago
(hace de cuenta que)
núcleo
frase verbal pasiva
+ un objeto acusativo:
“a ser tragado”
(carne cruda)
por el sujeto: tácito

Circunstancia modo
lugar
y tiempo

Conserva la mirada intensa
En la lámpara apagada
por la luz que cae extinguida
del balcón aterrajado

El soplo
viento
, durmiendo en el cemento,
agotado
terco

El texto descansa en la mesa

Debe haber algo elidido
un verbo copulativo
+ predicativo subjetivo

participio perfecto pasivo
adjetivado en nominativo
(¿horadado?)

la pregunta entre paréntesis
(temerosa)
debajo del posible candidato

descansa el texto
que una leve brisa
porque pesado
no perturba

incomodo
sigue adelante
las huellas de emperadores

y poderosos
¿marcan los sentidos
de la frase traducida?:

Finalmente,
el viento lo ha movido,
la luz del crepúsculo cae mortecina
sobre
un sintagma cualquiera:

“Ibant obscuri sola sub nocte per umbras*”


*(Iban oscuros bajo la noche sola entre las sombras” - Virgilio).

viernes, 21 de mayo de 2010

XIII

dakar oscuros

desierto insectos pluma

Tan-tas arrugadas

La casa el

sonido al viento

se expanden

de voces mudas

y el todo

arrojadas

la casa

quilombo

goce

eco

eh …

lunes, 10 de mayo de 2010

XII

Labio dental
mordiendo el discurso
amablemente

La piel deshuesada:
te la arrancan
y se la tiran al perro

Ecuación ecuánime
adentro un todo
en pie solvente
foco aspirado
hueco

Tengo la cara sucia
y el sueño profundo

Me vive la ciudad terrestre
me impone pensamientos
y hecatombes

La ofrenda
orfandad de signos
Discuto con el aire
Sobre la panacea de la vida

¿Dónde estoy cuando no estoy?
En el papel blanco o en la palabra

He salido del barro
del barrio
del labio dental

martes, 4 de mayo de 2010

XI

La atrocidad intempestiva
en una noche africada

El velo muerto
paladar conciso
liberar sentido a la palabra

Manchas musicales
interpuestas

plegaria inofensiva de la nada

Y la caída de la aspirada (inicial)
en una noche africada

Velando al muerto
paladar occiso

Despierto en medio del sonido
caricatura superada de la H
muda
como ropa sucia

Arrinconada como en un costado de la habitación
desfonologizada
todas las mañanas descentradas por el silencio

Insiste el vocablo desaparecido
ahora cruje lo que no se dice
y se insiste en ello,

no en la caída del fantasma:

hombre muerto
y cuerpo embalsamado
palabra descuartizada
todo ya, todo en sí
mirar intentando
agarrarlo
oprimirlo…

jueves, 22 de abril de 2010

X

El cuerpo desmembrado del alumno
se construye con otras palabras.
La máscara de hacer decir:
¡Quiero esto!

Se corta la lengua
y se la estira con ayuda de una morsa.
Ahora se habla en/con otra lengua,
la de la madre descuartizada.

Al pie del aula hay manchas,
máculas de sangre y carne.
Uno intenta desobedecer,
otro le incrusta una lapicera en el ojo.

Expuestos no se caracterizaban.
El fuego consumía los leños,
la máscara del perro rabioso
salió al trote entre la enramada.

El perriequino:

-A ver, sacá la lengua como un perro,
vomitá la mancha para que salga todo,
por último, tocale una teta a Pamela...

¿Qué digo cuando digo?
Esto es de extraterrestres,
hay como un aura marciana,
un choque de platos voladores.

Todo se repite,
es siempre lo mismo.
Leo cosas, cosas, cosas, etc.
¿Por qué insistir con cortar lenguas?

-¡Dejalos ser, loco!

¿Los libros dan felicidad?
No se expongan así,
Tienen que pensar.
Que no lo hagan.

Se teme al silencio.
Hoy no quiero hablar,
hay un vacío aquí,
algo que no se dice:

(no soy tan genial)
(no son tan geniales).

lunes, 5 de abril de 2010

IX

De ese hombre me siguen hablando

¿No hay
acaso
otros fantasmas?


¿Dónde quedó la tierra vacía, el dolor del exilio, la clave del éxito?

Seguramente en el llanto, en el llano, en la manipulación de un negativo, en la gran extensión de cielo que atraviesa el firmamento…

Tal vez,
todos necesitamos dejar ir a nuestros muertos
(los de muerte natural, claro),
superarlos

¿Una forma es dejar de actuarlos,
dejar de poner la mesa para dos?

Sí,
y comer con la mano si es necesario…

viernes, 26 de marzo de 2010

VIII

El fantasma de “P”
sigue entre nosotros
confundiendo cabezas
de las que han partido palomas tornasoladas…

Días grises de otoño
y las manos abrazando la plaza

Ahora juega a dios el fantasma,
quizás porque supo tener un brujo
que hablaba con los muertos

miércoles, 24 de marzo de 2010

VII

Ya llega, ya llega:
primero, segundo, tercero…

¿Nosotros en cuál estamos?
En “el ladrillo de cristal” fracturado

Ya llega, ya llega:
primero, segundo…

¿Hay un segundo?
¿Y uno de cuarta?

Ya llega, ya llega:
primero, segundo, tercero…

lunes, 1 de febrero de 2010

VI


Sopla el viento y suena un cascabel

(que se lleve

en tan dulce y deliciosa miel

las malas palabras

los temores suelen desaparecer
y la maldad

es el canto

las falsas promesas

tal vez sus sones

la caridad

su ensoñación de mucho

y el vértigo

la reproducción de la miseria y la fe

que genera
para sentir egoísmo

merecer tanto).

miércoles, 20 de enero de 2010

V

La palabra
el alimento del espíritu te lo entrega Eva
en la esquina
en el local de la Rosa
en villa Caraza

(como carcaza una casa)

Arriba,
el cartel con letras grandes:

Ha muerto
hoy queda la palabra
como un fantasma errante

(¿si Ella viviera regalaría merca en la villa?)

Pero ha muerto
y nosotros hacemos

sábado, 9 de enero de 2010

IV

No hay relación entre lo que digo
y lo que hago

Lo dicho fantasmea
se pierde en el tiempo

Todos quieren tener la palabra

pero ella se escapa
desaparece

Hay quienes tienen las palabras atadas
son los que siempre dicen

Hay otros que las ven pasar
y las saludan con las manitas raquíticas:

-¡Chau palabra...!