Entrevista en 1 poeta 10 preguntas:
https://sites.google.com/site/10preguntaspara1poeta/hernan-tenorio-1
¡Gracias, Pablo Moreno!
lunes, 11 de noviembre de 2013
miércoles, 6 de noviembre de 2013
Hermosas palabras de Isabel Vasallo...
*
Una guitarra,
negra como la noche
aúlla en la niebla más densa
…
Y
por eso nosotros y nosotras estamos reunidos, creando este espacio de comunión
y participación, para celebrar con alegría verdadera la publicación de
este poemario, Guitarra
nocturna.
Hernán
lo dio a conocer un día de 2011/2012 en el grupo de taller que coordino y con
el que nos reunimos, en forma persistente y amorosa, aunque accidentada, dos
martes por mes –eso tratamos, por lo menos– hace unos cuantos años.
Y
como tuve el privilegio de escucharlo recién concebido y trazado (porque la
poesía es inseparable de ese trabajo de trazos sobre la página, trazos que se
vuelven irrepetibles y pueden hacerse memoria); y como tuve el privilegio
también de prologarlo, por pedido de su autor, hace unos días me
preguntaba qué otra cosa puedo hacer en esta presentación que no sea
invitar a todos, calurosamente, a leerlo.
Pero
me di cuenta de que me equivocaba, ya que descubrí que tengo más cosas para
decir sobre Guitarra nocturna;
no sólo porque cada vez que leemos somos un poco otro nuevo lector en relación
con el que fuimos antes, sino porque la riqueza del texto, en este caso,
permite ahondar en surcos ya trazados y hasta abrir
nuevos caminos de sentido.
Por
ejemplo, si yo había dicho ya que la nocturnidad de esta guitarra es la
oscuridad informe que va tomando forma a partir de todos esos sentidos que
surgen de escucharla incluso más allá de lo audible; esos sentidos que
constituyen un reino secreto, paradójico, de encuentros, dolores y
confrontaciones, hoy no puedo dejar de asociar esta guitarra nocturna con la
poesía misma. Por la “extravagancia de su cuerdas” (1); porque “despide
epifonemas de nostalgia (2); porque “es noche” (5); porque “atonal / atontada /
suena su desvelo injusto” (7); por “su tan tan tan tan tantán” (10); por “la
vibración inquebrantable” (13)… La asociación deriva, obviamente, de las
permanentes alusiones a la musicalidad que le es propia y del extrañamiento que
promueve en la mirada sobre el mundo; pero además se vuelve posible pensarla
como metáfora de la poesía y de su función en un mundo crudamente
desubjetivizado, el de hoy: si esta guitarra evoca un tiempo/espacio
arcano, ligado a lo ancestral, perdido y desaparecido, si bien
rastreable en alguna profundidad; si trae la sed de un futuro en que
“[enjaulen] todas las atrocidades”(6), tiene en común con la poesía ese estar
entre un espacio de unidad primera y perdida – tal vez recuperable – y uno
futuro, imaginado, ese que, por ser “lo que no existe”, Alejandra Pizarnik
tenía “miedo de no poder nombrar”.
Guitarra
nocturna, entonces, y poesía como instancias de tránsito, lugares de pasaje
donde se forja por necesidad la mirada de un tiempo futuro: “y vos, guitarra,
me harás despertar del insomnio” (17) (¿entrar en el estado de clarividencia
del sueño verdadero?).
Hablé,
además, de las posibilidades épicas de este poemario; de procesos de mestizaje
de los que da cuenta; de un diálogo explícito de los poemas entre ellos y con
otros (las guitarras Lorca, ¿Machado? ¿Guillén? ¿Borges?...). Pero no me
referí, por ejemplo, al diálogo fecundo que el poemario ostenta con la palabra
poética de César Vallejo: como él, sólo que en un tiempo cargado de decepción,
el nuestro; en un rinconcito de la Historia, como quien está a la espera
de que escampe, el tono vallejiano se recupera, muy sutilmente, en ese registro
de la materialidad, una materialidad que es la de lo que
se nombra:
“carbono/…
fosilizado en la madera;
“cuerdas trenzadas con resina
plástica; “espaldas”
que “se desvelan molestas por
los dolores…
Y
materialidad de los
sonidos: así, “pequeñas
partículas pululan /…se rozan / se frotan / se friccionan…”; “el
eco…duerme…crujiendo como
cebollas cortadas en juliana”; y “es como vidrios
chirriando / el ruido”… (cito
sin seguir un orden de presentación, cito , digo, estas marcas de materialidad
y corporalidad).
Y
ahora, como afortunadamente el libro de Hernán va a empezar a andar solo por
ahí, cada uno y cada una que lo lea va a poder abrir otros surcos, otros
senderos. Yo me limité a señalar de qué estaban hechos los míos, aquí y ahora.
Sólo
me queda reiterar la alegría que produce saber que esto está vivo; que la
palabra: sonido y sentido, sigue horadando y significando.
Felicitarte
una vez más, Hernán, y agradecerte.
Isabel
Vasallo
San
Cristóbal, agosto de 2013
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