jueves, 22 de abril de 2010

X

El cuerpo desmembrado del alumno
se construye con otras palabras.
La máscara de hacer decir:
¡Quiero esto!

Se corta la lengua
y se la estira con ayuda de una morsa.
Ahora se habla en/con otra lengua,
la de la madre descuartizada.

Al pie del aula hay manchas,
máculas de sangre y carne.
Uno intenta desobedecer,
otro le incrusta una lapicera en el ojo.

Expuestos no se caracterizaban.
El fuego consumía los leños,
la máscara del perro rabioso
salió al trote entre la enramada.

El perriequino:

-A ver, sacá la lengua como un perro,
vomitá la mancha para que salga todo,
por último, tocale una teta a Pamela...

¿Qué digo cuando digo?
Esto es de extraterrestres,
hay como un aura marciana,
un choque de platos voladores.

Todo se repite,
es siempre lo mismo.
Leo cosas, cosas, cosas, etc.
¿Por qué insistir con cortar lenguas?

-¡Dejalos ser, loco!

¿Los libros dan felicidad?
No se expongan así,
Tienen que pensar.
Que no lo hagan.

Se teme al silencio.
Hoy no quiero hablar,
hay un vacío aquí,
algo que no se dice:

(no soy tan genial)
(no son tan geniales).

3 comentarios:

alvarito dijo...

muy bueno, indagamos siempre en si está bien usar nuestra lengua, y el silencio se presenta a veces como un dios , nos incita a meternos en él Hernán o quizás a buscar en lo banal el escape, tocarle las tetas a cualquier Pamela que dibujamos en la mente de nuestros espacios de tiempo. Salud

Hernán Tenorio dijo...

Alvaro: gracias por el comentario... un abrazo!!!!

ariel tenorio dijo...

El poder esta en la lengua,
no en el habla,
en el uso,
en el jugo
saliva que se derrama
por las tetas de una Pamela
mas o menos imaginaria,
como lava que se queda con todo lo que encuentra a su paso
y lo arrastra hasta las orillas de las propias habladurias.