sábado, 23 de abril de 2011

Epopeya

“¡Craann! Talar un monte a la altura de las raíces y dejar todo ese espacio despejado. ¡Craann! Lo que molestara tenía que ser eliminado. Que toda esa tierra quedara limpia, bien lisa para empezar a trabajar”.

David Viñas. Los dueños de la tierra.



I

Tenga Suerte me miró asustado, con una expresión seria, una mirada de abandono y terror. «¡Fray Sofocado está tirado en el piso!», dijo después. Yo me encogí de hombros y no dije nada. De pronto, vimos a Sijuano venir desde lejos. «¡Nació, ya nació!», venía gritando desde el lugar donde se encontraba el río, más allá del Gran Árbol, cerca del hogar de Pibe Bien y Turanza. Tenga Suerte le hizo señas para que no gritara, le intentaba transmitir, —como lo hacía siempre—, mediante gestos acompasados: una especie de danza ritual que —según él— era una herencia milenaria del pueblo y había que respetarla, que se había cometido el delito de vejación contra la Divinidad máxima. Cuando este se acercó, hablamos en voz baja, los tres, y él propuso que fuéramos hasta la Montaña a escuchar el consejo de Naciente Sol. «De ninguna manera, eso es un error. Es exponer a Naciente Sol a las mismas… o peores vejaciones», dijo la vieja Terruña que salió de las sombras, como esos animales que cazan agazapados en la oscuridad. Nos había estado escuchando y no quiso perder la oportunidad —como sabia y buena escuchadora que era—, de participar, dándonos su parecer. Todos la obedecimos. Nadie mencionó a Naciente Sol, al menos por un tiempo.

Al día siguiente propusimos una reunión con el grupo completo. Se puso al tanto, a los demás, de la charla que algunos habíamos mantenido por la noche. Qué bien, Toti Gol, y los mellizos Moro Mortal sospechaban del encuentro “casual” (uno de los mellizos dibujó en el aire, con las dos manos, unas comillas imaginarias sobre la palabra) que habíamos tenido, en el altar de Fray Sofocado, la noche anterior. «Ni siquiera hemos visto a Fray Sofocado volcado en el suelo. Es verdad que hay rastros de pintura rayada en su cuerpo, en los lugares donde aparecen los estigmas, y que la túnica está rasgada; pero quizás es una señal que nos quiere dar Fray Sofocado desde el más allá». Insistió en sostener el otro de los Moro Mortal. La vieja Terruña le clavó la mirada con furia; y yo, al menos, noté en esa mirada, un desprecio que le surgió de las entrañas, escuché que le crujían las tripas. Luego, mientras hablaba, mantuvo las mandíbulas apretadas, masticando saliva para no atragantarse. «¿De qué estás hablando Cruel Moro?, ¿vos querés decir que todo esto lo inventamos nosotros?». Se hizo un silencio largo, todos nos miramos, pero nadie dijo nada por un buen rato. Después la vieja agregó «¿Qué vamos a esperar?, ¡mierda!... ¿que se lleven todo?». Regresó el silencio, nuevamente largo, tenso (como la cuerda de un arco o el hilo en el telar). «Ahora vamos a recibir al hijo de Pibe Bien y Turanza, vamos a darle, todos, la bienvenida que se merece. Luego, más tarde, continuaremos debatiendo estas cuestiones y otras», así cerró su discurso la vieja Terruña, la más anciana del clan, la abuela de Gran Vago, Ferralia y Vestal Lluviosa. Ellos, todavía eran muy jóvenes para opinar en las reuniones del grupo, participaban, sí; pero, por lo general, siempre estaban de acuerdo con su abuela, que era como su madre, porque los había criado desde muy pequeños.

El nacimiento era una gran celebración para todos, porque desde que habían llegado los Extranjeros, no nacía ninguna criatura en los alrededores; ni siquiera en Belu Belu, que era el pueblo más grande y antes de la llegada de los Extranjeros, reinaban en toda la zona, pero ya estaban exhaustos de pelear y nosotros recién empezábamos a debatir sobre nuestro futuro.

Vestal Lluviosa fue la encargada de realizar la ceremonia, se estaba acercando a la edad de la unión nupcial, y por ende, le tocaba oficiar la ceremonia de bienvenida. La vieja Terruña se oponía a su romance con Bom Marley, decía que era un esclavo de los Extranjeros y era verdad, había llegado en las naves, desde el cielo lejano. «Abuela, para ellos, él también es un ser inferior, como nosotros», le decía la joven Vestal, para tratar de convencerla; pero la vieja no se dejaba convencer fácilmente, era terca como una mula. Algunos aprobábamos el noviazgo, Bom Marley era un buen amigo. Al principio creíamos que lo mandaba Free Dark para observarnos y sacarnos información, pero luego comprendimos que se sentía muy solo, toda su familia había muerto en el viaje, no había sobrevivido casi nadie. Él y otros jóvenes de familias vecinas se habían salvado, porque eran jóvenes y resistieron mejor, primero el sometimiento y la usurpación, luego el cambio de clima y el ostracismo impuesto por los Colonos (así se hacían llamar los Extranjeros). Finalmente, Vestal Lluviosa tocó la corteza rugosa y vieja del Gran Árbol para nombrar al bebé que Turanza, su madre, sostenía en brazos, a su lado. «¡Rebelón, Rebelón!» gritó fuerte la joven Vestal, con la satisfacción, dibujada en su rostro, de saber que había cumplido honorablemente la misión que se le había encomendado: nombrar al nuevo integrante del grupo.

Bom Marley llegó a la hora del festín. Se disculpó por haber llegado tan tarde, dijo que no había querido interrumpir el ritual antes, porque se había podido escapar de sus amos cuando la ceremonia ya había comenzado. Se acercó tímido a la mesa central, pero los padres lo recibieron cálidamente, con un gesto de amistad. Le ofrecieron atenciones, como al resto de los presentes: un vaso de néctar morado, unas galletas de malta, y lo más importante, la vincha ceremonial que todos debían llevar en la cabeza (se la alcanzó, a Pibe Bien, Vestal Lluviosa, doblada en tres partes). Era un gesto de aprobación muy fuerte el que los flamantes padres le estaban dando al joven forastero. Él lo sabía, por eso irradiaba luz de su rostro y una sonrisa grande se lo surcaba de lado a lado. La vieja no dijo nada. Se la veía preocupada, concentrada en otros asuntos. Vaya a saber uno en qué estaba pensando. En realidad, voy a ser sincero, podía imaginármelo. Estaba concentrada en la charla que nos había quedado pendiente. Seguramente, elucubraba un plan para enfrentarnos a Free Dark, el señor Adelantado (legitimo representante del emperador Louis Quatorze) y a su ejército de Maikel’s, los Tsunami Slew, comandados por el terrible General Danny Jack. Pensaba que hacía rato no llegaba una nave nueva, seguramente, estaban escasos de municiones y enseres. Era un momento especial, muy oportuno, pero, aun así, necesitábamos la ayuda de algunos pueblos vecinos. Gran Vago la sacó de su ensimismamiento cuando se atragantó con un pedazo de galleta de malta. Estaba más morado que el néctar morado que Ferralia intentaba, con rapidez, hacerle tragar para desatorarlo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusto mucho..se parece a un cuento que hice sobre un mundo ya casi terminado donde para comer la gente se tiraba en el pasto y se enchufaba mangueras...no si te acordás??'....bueno de ciencia ficción???' o no , ya no le se , es todo tan confuso lo que vivimos.....Sonia

Hernán Tenorio dijo...

Gracias, Sonia!!! Sí, me acuerdo de tu texto y sí, es ciencia ficción o algo así, jajaja!!!
Te recomiendo (y a todos y todas) leer las 4 partes...
¡Abrazo!