Detrás del viento
tus ojos,
estercolero de dioses
hacinados,
que fueron asesinados por
esponjas de bromuro.
Y llego al fin a un sin
número de herrumbres,
colapso de calipsos,
feldespato arrojado al
fuego
se funde en tus pestañas
y así vivo,
como un endemoniado,
como el silencioso
príncipe de largas soledades,
como el grave tumulto de
los días y las horas veraniegas en invierno.
Pierdo en vos las
cúspides calcídicas,
los fatales venenos
sudorosos,
en abiertas venas de
energía
las noches se entumecen
afiebradas
por mil dunas de un
desierto
y la penumbra.
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