Mientras
descubro el genio oculto 
los
vientos desbordan opulencias, 
cristales
rotos, empapados de sudor agrio.
Comprendo
el silencio,
a
veces lo entiendo: un mantra de haberes, 
saberes
recónditos, 
retorcidos
de oxido y minerales.
Me
han dicho cosas horrendas que estallan en la llanura 
en
una distancia aproximada a la legua 
y la
lengua,
ese
montículo espantosamente heredado, 
estorba.
Quisiera
arrancarla como a una muela sin huella de su existencia
y
seríamos libres, claro; 
quizás,
porque todo es una gran hipótesis suya.  
Todo
está atravesado ensuciado/sucio por su culpa/ella.
En el
borde, tan precipitado, 
se ve
su perfil, 
el
contorno bebible de su soma,
el
borde específico, 
cientificista,
me
insta a la escencia
y
cruje en los espesos sueños.
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