A la
hora de la espera
el
espejo se ha quebrado ya.
Hace
rato.
No en
mí
sino
en lastar los pasos de alguien más:
mis súplicas, tus miedos, las combinaciones…
Desde
el cielo,
las
pupilas públicas de lenguas muertas,
los
encierros más lejanos,
manojos
de uvas.
Es
decir,
esas
remesas de sentido
se
alejan de la tierra firme,
desperdigados
cinchos/cinchas.
─¿Dónde
acaba esto?
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